¿Por qué surgen los movimientos sociales en Haití?de Michelet Montina| JobPaw.com

¿Por qué surgen los movimientos sociales en Haití?


Los primeros movimientos sociales surgen a partir del 14 de Agosto de 1791, cuando un grupo de esclavizados liderado por el sacerdote de vudú Boukman se reunieron en el Bosque Caimán y proclamaron un juramento para acabar para siempre con la opresión y la esclavitud.

Haití ha sido la colonia más productiva de la historia de América. En su territorio se explotaba hasta la extenuación a más de 400.000 africanos que trabajaban en las plantaciones de caña para proveer de azúcar a la creciente clase burguesa europea. Esta extraordinaria maquinaria de producción funcionaba gracias al fomento de las guerras en África, al secuestro de los africanos cautivos y a un sistema de producción que desconocía por completo la palabra humanidad. La extrema crueldad a la que eran sometidos en los campos azucareros hacia que la esperanza de vida de los secuestrados a partir de su llegada a América fuera de apenas ocho años.

El historiador James nos recuerda que quienes sobrevivían a una vida de brutalidad constante, de dieciocho horas de trabajo diarias, de continuos malos tratos, de sádicos abusos, de la separación de su familia, de mutilaciones, de humillaciones de toda clase, eran en ocasiones, en pago a una vida de entrega, devorados por mastines en plazas publicas montadas al efecto para deleite morboso de las clases altas. Las personas mayores o los impedidos también acababan entre las fauces de perros entrenados para comer carne humana.

En cada acontecimiento de la historia se esconden la guerra de clases, y la lucha entre la dominación y la rebelión. Conocer los acontecimientos de la revolución de los esclavos negros de Haití es indispensable para entender la conexión entre la miseria actual y el proceso de expoliación que se ha desarrollado en el país desde el siglo XV, destacando la importancia que tuvieron las colonias en el desarrollo del capitalismo y posteriormente del imperialismo. Comprender la historia de la revolución haitiana nos permite analizar, en una de sus formas más crudas, como la usurpación violenta ha sido y es la fuente de enriquecimiento y de acumulación de las clases dominantes.

La revolución de principios del siglo XIX fue un acontecimiento muy importante en la historia del mundo. La revolución haitiana ha sido quizás la única revolución con éxito dirigida por esclavos. Los esclavos organizados en grupos vencieron al ejército más potente de la época, el ejército de Napoleón, a pesar de las condiciones adversas. Ese triunfo revolucionario fue un paso muy importante para tratar de mundializar y globalizar los Derechos Humanos, porque hasta ese momento cuando se hablaba de Derechos Humanos, se hacia referencia exclusivamente a los derechos de los europeos, ya que las poblaciones indígenas, las poblaciones negras y las poblaciones asiáticas carecían de derechos.

El éxito de la revolución en Haití permitió iniciar el proceso de universalización de los derechos humanos, y fue un paso muy importante para el desarrollo de la modernidad. Sin embargo, la revolución haitiana no fue aceptada, porque entraba en conflicto con los intereses de los imperios de la época, que utilizaban la esclavitud como mecanismo de enriquecimiento, de manera que la esclavitud siguió siendo legal hasta finales del siglo XIX, casi un siglo después de la revolución haitiana. Las potencias imperiales de la época rechazaron esta revolución, no aceptaron a Haití, e impusieron a Haití una deuda, denominada "la deuda de la independencia", y que fue utilizada como el mecanismo de reinserción forzada de la economía haitiana en la economía mundial.

Eso tuvo un impacto devastador sobre la construcción del país, pues tuvimos que pagar durante más de un siglo una deuda muy costosa, y que representaba en la época casi el presupuesto total anual de la potencia económica más importante de entonces, Francia.

Desde el inicio de la República independiente de Haití, los dirigentes tuvieron una clara visión sobre su misión de propagar su espíritu revolucionario y antiesclavista, por lo que apoyaron incondicionalmente a Simón Bolívar. Tras su estancia de varios meses en Haití recibió un apoyo muy importante, que se materializó en el aporte de barcos, hombres y armas. Cuando Bolívar abandonó Haití, el Presidente Petion le dijo: "No te estamos reclamando nada para pagar esta deuda, lo único que tienes que hacer es que cuando liberes un país en el Continente, también liberes a todos sus esclavos".



Dentro de la revolución haitiana hay que destacar tres figuras importantes: Toussaint Louverture, Jean-Jacques Dessalines y Alexandre Pétion.

Toussaint Louverture era un esclavo doméstico que irrumpió en el escenario de la lucha política de manera notoria a partir de 1793. Dominó en el escenario político, social y militar de la isla, demostrando una incomparable habilidad política, diplomática y militar. Toussaint supo dotar al movimiento insurreccional de los esclavos (como bien lo ha señalado el historiador haitiano, Claude Moïse, en su último trabajo sobre las Constituciones Haitianas) de:

1. Un objetivo: la libertad para todos.
2. Una estrategia: la conquista de posiciones de poder susceptibles de garantizar dicha libertad.

Es a partir de este planteamiento estratégico que desarrolla sus métodos de lucha y alianzas tácticas. Comprende que no puede alcanzar su objetivo y que su estrategia no puede tener éxito sin una organización. Es el rol de su ejército, que preparó cuidadosamente con un gran objetivo político y militar y que constituyó el núcleo duro del partido de Toussaint.

Claude Moïse nos señala también que: "gracias a la intervención extranjera, franceses, ingleses y españoles, peleándose sobre el dominio de la isla, el ejército de Toussaint se transforma a partir de 1794 en un valioso instrumento para el movimiento revolucionario negro y en un elemento esencial en la ecuación política por el dominio de la isla.

Luchando bajo la bandera española, los insurgentes negros conducidos por Toussaint Louverture, adquieren sus conocimientos sobre táctica y disciplina militar. El ejército de Louverture con 4.000 hombres bien entrenados y con un objetivo político bien definido, va reforzándose con el desarrollo de los acontecimientos y sacude el escenario político de la isla. Gracias a su ejército, Toussaint Louverture, tras pasarse del bando español al bando francés, es responsable de un cambio espectacular en la presencia francesa, seriamente comprometida en 1794 por la invasión anglo-española. El jefe negro aparece desde esta fecha como el personaje clave del gobierno francés en la isla, extendiéndose su influencia principalmente en el Norte y en el Centro de la isla.

Posteriormente en 1800 estalló una guerra civil entre Rigaud y Toussaint, terminando con la victoria de este último. A partir de entonces, Toussaint, transformado en jefe absoluto, promulgó en 1801 una Constitución opuesta a los intereses de Francia. En la práctica consolidó su poder desarrollando la Autonomía del país en lo que se refiere a la administración local y en las relaciones con otros países.

Sin embargo, Toussaint estableció un régimen político lleno de contradicciones. Por un lado garantizó la libertad de todos los esclavos, mientras que por otro lado volvió a implantar, con ayuda de antiguos colonos esclavistas y de la clase privilegiada de los recién liberados, las grandes explotaciones agrícolas con los trabajadores establecidos en las plantaciones y militarmente organizados

Estas contradicciones explican en gran medida su posterior caída. Consciente o no de sus aciertos y, sobre todo, de sus errores, antes de partir como prisionero hacia Francia pronunció estas palabras proféticas: "Al ponerme bajo arresto lo único que hacen es cortar el tronco del árbol de la libertad de los negros, pero éste volverá a crecer porque tiene numerossas raíces profundas".

La caída de Toussaint Louverture representó un duro golpe para la lucha de los esclavos. El reestablecimiento de la esclavitud en otras colonias francesas del Caribe, como La Martinica y Guadalupe, hizo que por el gobierno pasaran varios oficiales “mulatos” que vinieron con la flota francesa en el bando de los esclavos alzados en armas. Entre ellos destacó Jean-Jacques Dessalines, que en 1803 tomó el liderazgo del país, el 18 mayo de ese año se instauró la bandera haitiana, una gran aportación de Dessalines, ya que impulso a los negros a luchar con mayor fuerza hasta la finalización de la guerra el 18 de noviembre de ese mismo año con la brillante victoria militar de los revolucionarios sobre las tropas francesas en la batalla de Vertières.

Jean-Jacques Dessalines tuvo el enorme mérito de conducir la guerra a la victoria final y de proclamar la Independencia fundando así la primera República Independiente en América Latina. Por primera y única vez en la historia, una revolución de esclavos había triunfado. Dessalines en otro gesto lleno de significación retomó para el país el nombre indígena de Haití (tierra montañosa). Esa epopeya inauguró el camino de la Liberación en nuestra región. Además, si se tiene en cuenta su decisión de promulgar una Reforma Agraria con un inusitado espíritu de equidad y de justicia social, no existe la menor duda de que Jean-Jacques Dessalines representó uno de los máximos exponentes revolucionarios del siglo XIX. Un revolucionario injustamente olvidado por la historia oficial.

De las tres figuras mencionadas como importantes en la revolución haitiana, Alexandre Pétion es el más conocido. Esto se debe, fundamentalmente, a la ayuda que ofreció a Simón Bolívar. Pétion entregó a Bolívar armas, municiones, víveres y organizó un grupo de voluntarios para acompañar al Libertador en sus campañas. La única condición impuesta por el dirigente haitiano fue: que Bolívar proclamara la libertad de los esclavos en los lugares en los que triunfase. Solicitud que fue cumplida fielmente por Simón Bolívar.

Hay que señalar que el comportamiento internacionalista y revolucionario de Pétion no era el producto de una actitud personal, sino que era el fiel reflejo de la importancia y de la profundidad de la Revolución Haitiana de 1791-1804. Todos los principales dirigentes de la revolución haitiana comprendieron que para que la libertad pudiera adquirir toda su plenitud y consolidarse, no había que tratarla sólo como una cuestión nacional sino intercontinental, ya que la libertad es la esencia de la dignidad humana en cualquier parte del mundo.

En definitiva, la Revolución Haitiana (1791-1804) ha sido un hecho inédito que jamás se ha repetido en la historia. A pesar de lo que indican muchos historiadores, basándose únicamente en las características de la época, la revolución haitiana no fue una revolución burguesa. Pues la inexistencia de una burguesía desarrollada en Haití, explica suficientemente su incapacidad para desempeñar el rol dirigente que sí cumplió en Francia en 1789. Otro diferencia fundamental con la Revolución francesa, es que ésta no estableció un sistema de producción que permitiera poner fin a la Esclavitud, sino que más bien la Esclavitud fue uno de los pilares fundamentales para el posterior desarrollo del capitalismo y del estado del bienestar.

La Revolución haitiana fue una revolución anticolonial y antiesclavista en el marco de la lucha por la liberación nacional y social. La Revolución Haitiana fue silenciada por la historia occidental, porque dados sus supuestos, esta revolución tal como ocurrió, era impensable. La manera de silenciar esta revolución, como ya he comentado antes, fue mediante la imposición de una deuda injusta que inicialmente ascendía a 150 millones de francos oro, lo que hoy en día equivaldría a más de 21 mil millones de euros. Esta deuda fue pagada a cambio del reconocimiento de nuestra libertad e independencia, impidiendo que mi país pudiera desarrollarse.


Otro momento en la historia de Haití en el que tuvieron mucha importancia los movimientos sociales fue a principios del siglo XX cuando Estados Unidos invadió y ocupó Haití. En 1915 Estados Unidos tomó la decisión de tomar el poder de Haití, se apropio de las aduanas y de la oficina de recaudación de impuestos. Los marines saquearon el Banco Nacional de Haití, se llevaron la reserva de oro y la depositaron en Citibank de Nueva York. Reescribieron la Constitución de Haití para permitir que los extranjeros pudieran apropiarse de las propiedades haitianas; la tierra fue arrebatada a los pequeños campesinos para crear grandes plantaciones y la economía fue reorganizada de modo que el 40% del producto interior bruto de Haití acabase en los bancos norteamericanos.

El pueblo haitiano se resistió ferozmente a la ocupación en una serie de revueltas que los militares de Estados Unidos aplastaron sin piedad, asesinando a los líderes, quemando aldeas y matando entre 15 y 30.000 haitianos. Estados Unidos abandonó el país en 1934, dejando al mando al brutal Ejército Nacional de Haití, adiestrado por ellos para reprimir al pueblo.

En 1957, François Duvalier "Papa Doc", llegó al poder tras unas elecciones fraudulenta y creó su propio ejército de asesinos - los Tonton Macoutes. El reino de terror de Duvalier, apoyado y respaldado por Estados Unidos, asesinó aproximadamente a 50.000 personas.

Cuando en 1971 murió Papa Doc, Estados Unidos situó sus acorazados a poca distancia de las costas haitianas para supervisar que el traspaso de poder al hijo de Duvalier, Jean-Claude ("Bebé Doc") tuviera lugar sin obstáculos. Bebé Doc estaba estrechamente vinculado con el "Plan Estadounidense" que tenía como objetivo minar la agricultura haitiana con las importaciones a gran escala de productos norteamericanos más baratos, esto conllevo que cientos de miles de campesinos abandonaran el campo y les impulsó hacia las ciudades y barrios marginales, desesperados por conseguir un trabajo en las plantas de montaje que construyeron empresas estadounidenses como Disney y Kmart, donde a los obreros se les pagaba 11 céntimos a la hora por coser pijamas y camisetas.

Desde un punto de vista político Estados Unidos estaba interesado en apoyar a los Duvalier porque eran "anti-comunistas", concepto traducible hoy como ‘contrarios a los derechos humanos de su pueblo’. Esto era muy importante para Estados Unidos, porque Haití se encuentra muy cerca del pueblo comunista de cuba, contrario a la política imperialista norteamericana.

Duvalier durante su mandato robó millones y aumentó en cientos de millones la deuda de Haití, deuda que aún hoy se mantiene. Se calcula que Haití debe unos 1.300 millones de dólares en concepto de deuda externa y que el 40% de esa deuda la contrajeron los Duvalier con el respaldo de Estados Unidos.

La caída del régimen dictatorial de Duvalier en 1986 fue el corolario de dos años de movilizaciones y rebeliones obreras y populares en las principales ciudades del país. El motor de las movilizaciones fue la lucha contra el hambre y por la defensa de las libertades políticas. El gobierno de Reagan dejó de apoyar a Duvalier, sacrificando al dictador con tal de preservar los intereses norteamericanos y de la elite haitiana.

Desde ese momento una activa operación política encabezada por la embajada americana y que incluía a la iglesia católica y a los partidos políticos haitianos tradicionales, se puso en marcha para evitar las movilizaciones y revueltas del pueblo, la gente del pueblo ejecutaban en las calles a los temibles tontons macoutes (paramilitares duvalieristas) y ocupaban los latifundios y saqueaban las propiedades de los ricos.

Finalmente, tras varias huelgas generales la junta militar que sucedió a Duvalier se vio obligada a llamar a una asamblea constituyente y a convocar elecciones generales.

Jean Bertrand Aristide y su partido Familia Lavalas ganaron las elecciones de 1990, y aunque era visto con desconfianza por Bush padre y por la oligarquía haitiana, en ese momento su aceptación era la única manera de apaciguar el proceso revolucionario en curso.

Aristide era un cura salesiano que abrazaba la teología de la liberación, una corriente que nació en los años sesenta con un programa de reforma social y de colaboración de clases, que tuvo una gran influencia en la dirección sandinista nicaragüense. Aristide contaba con el prestigio de ser un luchador antidictatorial y con su discurso radical se ganó al pueblo que depositó todas sus ilusiones en él. Sin embargo, y aunque encarceló a figuras emblemáticas del viejo régimen, fue incapaz de atacar de raíz la fuente del atraso material del país, es decir, fue incapaz de acabar con el poder económico de la burguesía y con el imperialismo, mientras que intentaba contener al pueblo con su discurso lleno de soluciones para satisfacer necesidades acuciantes de la población.

Las fuerzas armadas haitianas, formadas por ex duvalieristas, con el apoyo de la CIA y de la elite haitiana temerosa de ser el blanco de la frustración del pueblo, instaron a los soldados y a los antiguos Macoutes a que destruyeran las redes de organización populares, especialmente en barrios marginales como Cité Soleil. Estas redes populares eran la base de apoyo de Aristide. Mataron a miles de sus partidarios, hasta 300.000 se vieron obligados a pasar a la clandestinidad y unos 60.000 huyeron de la isla en balsas improvisadas. De esta manera se volvió a establecer un nuevo régimen de terror contra el movimiento de masas.

A pesar de todo no fueron capaces de acabar con la resistencia ni de establecer un "ambiente estable" para Estados Unidos. Por eso en 1994 Estados Unidos, desplazando al dictador Raoul Cedrás, llegó a un acuerdo para restaurar en el poder a Aristide, devolviéndolo del exilio en un acorazado norteamericano acompañado por 20.000 soldados estadounidenses que se dedicaron a proteger del pueblo a los paramilitares violentos, a los que se les permitió mantener sus armas, mientras que reorganizaron el ejército haitiano para reprimir al pueblo con más eficacia. Esta operación era parte de la política exterior de Clinton de encubrir con la bandera de la "democracia" la intervención imperialista en puntos calientes de la política internacional. Esta invasión no solo sentó las bases para la implantación de los planes neoliberales en el país sino que terminó de decapitar el proceso revolucionario abierto en 1986. Los soldados norteamericanos se quedaron en el país durante más de un año. Los términos de este acuerdo, conocido como el Acuerdo de Governors Island, eran que Aristide podía regresar al poder a cambio de no oponerse al plan estadounidense para Haití, ni al ejército haitiano y ni a la clase dominante haitiana.

Aristide cumplió en gran medida con este acuerdo, pero siguió luchando por cualquier concesión que pudiera encontrar, lo que Estados Unidos consideró inadmisible. El 29 de febrero de 2004, después de muchos meses de preparación política y militar en la que Estados Unidos estaba involucrado directamente a través de la CIA y del Instituto Republicano Internacional (IRI), se llevó a cabo un segundo golpe de Estado. El ejército norteamericano literalmente secuestró a Aristide y a su familia y les llevó en avión hasta la República Centroafricana, donde les detuvo mientras que se consolidaba un nuevo régimen en Haití. El 1 de marzo cientos de marines norteamericanos controlaban de nuevo la capital haitiana y se desataron nuevas olas de ataques contra el pueblo, a menudo llevadas a cabo por los propios soldados estadounidenses. En junio del 2004 los soldados estadounidenses fueron reemplazados por una fuerza de 7.000 soldados de la ONU, conocida como MINUSTAH, que según grupos pro derechos humanos han practicado "ejecuciones sumarias".

Llegados a este punto podemos hacer una reflexión: ¿Cuál es la opinión de la diáspora haitiana sobre como influye la presencia de la ONU en Haití en los movimientos sociales?

La diáspora hace un balance totalmente negativo de la presencia de la MINUSTAH, que colabora con las iniciativas del imperialismo y de la oligarquía para bloquear el proceso de movilización popular hacia la democracia, movimiento democrático que nació en 1986. La presencia de la MINUSTAH que se inserta dentro de un contexto mundial y regional muy particular, nos parece un ensayo, un laboratorio del imperialismo para poder responder a nuevos escenarios de crisis en América Latina, justificando la presencia militar de soldados extranjeros con el discurso de solidaridad sur-sur, de apoyo fraterno, cuando sabemos que la presencia de la MINUSTAH se inserta dentro de una estrategia más amplia de militarización del Caribe, zona estratégica para el imperialismo.

La verdadera solidaridad con el pueblo de Haití consiste en ayudar a reconstruir el país, en responder a los problemas sociales más angustiantes, y en crear espacios para que el pueblo y el Estado puedan definir un proyecto de futuro. La presencia de los militares no ayuda a que esto sea posible.

La presencia de los militares en Haití supone una inversión enorme, de más de 520 millones de dólares al año. Sin embargo los dos objetivos para justificar su presencia, reestablecer la seguridad ciudadana y los derechos humanos, no han sido conseguidos. Al contrario, pensamos que la presencia de la MINUSTAH constituye una violación del derecho de autodeterminación del pueblo de Haití. E incluso ellos mismos se han convertido en violadores sistemáticos de los derechos básicos del pueblo de Haití. Podemos tomar el ejemplo de la violación repetida a mujeres jóvenes, que está bien documentada. En esos casos la MINUSTAH nunca ha tomado medidas para castigar a los responsables, fomentando una cultura de la impunidad.

Por lo tanto, podemos decir que no ha habido ningún paso hacia delante en la cuestión de los Derechos Humanos, ni se ha ayudado eficazmente al estado de Haití a implantar mecanismos más eficaces en el campo de la seguridad ciudadana. Todo esto se puede enmarcar dentro de un proceso de dependencia global, donde la presencia de la MINUSTAH, como fuerza militar, permite acelerar el proceso de sometimiento de la economía haitiana, que ya sufrió la aplicación de un plan de ajuste muy severo, que destruyó gran parte de la economía rural, que destruyó la capacidad del país para alimentarse, y que ahora quiere lanzar a nuestro país a un proceso de creación de múltiples zonas francas, que son equivalente a zonas de no derechos, zonas de sobreexplotación de la mano de obra y que contribuyen a destruir el medio ambiente y a agravar la crisis ambiental.

Tenemos los acuerdos de la HOPE firmados entre Haití y EEUU. Son acuerdos firmados para la exportación de productos textiles, y que van a permitir la instalación de numerosas fábricas textiles en las zonas francas. Pero esto no tiene nada que ver con un proceso real de industrialización, y además promueve una creación de empleo muy frágil. Todos conocemos la volatilidad de estas empresas que se cambian de localización en función de las ventajas encontradas.

La presencia de la MINUSTAH es un obstáculo para conquistar la soberanía, es un obstáculo para que el pueblo de Haití desarrolle su propio proyecto democrático, es un obstáculo para contrarrestar los planes de dominio del imperialismo; y también es una situación que se pueden invocar como precedente para justificar nuevas intervenciones militares en aquellos estados que los Estados Unidos llaman “fallidos”. Son estados que están atravesando situaciones de crisis graves. El concepto de Estado fallido, totalmente manipulado por la administración norteamericana, constituye una amenaza para todos los pueblos que quieren salirse de la obediencia y que quieren transformar los Estados dependientes neocoloniales que tenemos en América Latina y el Caribe.

La única cosa que puede realmente reducir la inseguridad es la implantación de políticas públicas, de políticas de desarrollo de servicios sociales, que puedan cambiar la injusticia social que existe en las ciudades. El problema de la inseguridad no se va a resolver mientras exista una población que exige intervenciones mucho más importantes en términos de políticas sociales y de integración de toda la población marginada y sobreexplotada.

Dentro del planteamiento de las Naciones Unidas, la idea es prolongar más y más la presencia de esta fuerza de estabilización. Es un planteamiento interesado, por no decir mafioso, porque sabemos que la operación de mantenimiento de la paz tiene una financiación bastante considerable, y que favorece los intereses específicos de empresas que se benefician con la presencia de las tropas, compañías que se dedican a vender coches, equipos militares, y todo tipo de producto relacionados con la actividad militar, y que por supuesto no tiene nada que ver con los problemas sociales reales y los problemas económicos de las poblaciones implicadas.

Es vergonzoso que la fuerza de estabilización tenga un presupuesto de 520 millones de dólares al año en un país donde el ingreso per capita es de tan sólo 500 dólares.

El actual presidente de Haití, René Preval, fue elegido por el pueblo porque se presentó como una figura que estaba fuera de este juego, fuera de los intereses controlados por la ocupación militar de los EEUU. En todas las movilizaciones que se hicieron durante el proceso electoral, e incluso después de las elecciones, el pueblo expresó muy claramente su voluntad de que las tropas salgan del país. Pero después de las elecciones, Preval ha sufrido mucha presión, sobre todo de los centros de poder internacional, incluso de EEUU, para mantener el status quo que existía con el gobierno provisional impuesto tras la marcha forzada de Aristide. Así que no ha habido ningún cambio significativo, ni al nivel de la presencia de la MINUSTAH, ni a nivel de las opciones económicas definidas por el FMI.

Sin embargo, Preval ha tomado iniciativas interesantes, como ampliar la cooperación con Cuba, con la presencia de más de 800 médicos cubanos en Haití, y la cooperación con Venezuela. Preval recibió a Chávez cuando hacía su contragira frente a Bush. Chávez tuvo una recepción multitudinaria en Haití, fue una gran movilización en apoyo de lo que representa como esperanza para los pueblos de América Latina. Preval tuvo mucho mérito al acoger a Chávez, porque lo hizo en un contexto de una gran dependencia con respecto a EEUU, y constituye un gesto de afirmación de una política externa, de una diplomacia que busca cierta independencia. Pero esta actitud todavía es muy incipiente y el gobierno debería marcar una ruptura clara con las políticas anteriores, pidiendo la retirada de las tropas y modificando las opciones en término de política económica.


Después del terremoto ocurrido en mi país el 12 de Enero, uno de mis amigos me preguntó que opinaba sobre el comentario que se leía en muchos sitios de que el terremoto se debía a que sobre Haití había caído una maldición.

Yo le he dicho a mi amigo que no se trata de ninguna maldición, sino que el terremoto tiene una explicación geológica muy simple. Si consultamos la bibliografía adecuada podremos ver que Haití está situado en una zona geológicamente muy complicada, se sitúa en una zona donde confluyen cuatro placas tectónicas formándose dos grandes fallas, una de ellas atraviesa toda la isla de oeste a este (pasando por Puerto Príncipe) y otra situada en el noroeste del país (cerca de Cabo Haitiano). Por lo tanto es lógico que en cualquier momento se pueda producir un terremoto como consecuencia de los movimientos que se producen en esta zona. En España también hay terremotos, sobre todo en la zona de Andalucía y de Canarias, pero la diferencia con Haití es que aquí a la hora de construir se tiene en cuenta el riesgo sísmico y se respetan las normas antisísmicas que evitan muchos daños.

Aunque mucha gente no lo sepa o no lo recuerde, Haití ya ha sufrido otros grandes terremotos. En el siglo 18, Puerto Príncipe sufrió dos grandes terremotos, uno de los cuales destruyó por completo la ciudad y en el siglo 19 fue Cabo Haitiano, el departamento más rico del país, el que sufrió graves daños. Haití es una tierra de terremotos y de huracanes, pero muchas veces la propia historia política han hecho olvidar estos fenómenos naturales y ha tenido incluso un efecto más devastador que ellos.

Desgraciadamente hay mucha gente que habla de la maldición de Haití porque la imagen que siempre se da sobre mi país es de un país tenebroso, en el que sólo hay violencia y miseria. Se ha olvidado, o más bien, se ha hecho olvidar la verdadera imagen del pueblo haitiano, un pueblo lleno de fuerza y coraje. La diáspora, haitianos y haitianas que viven fuera del país, tenemos la responsabilidad de enseñar al mundo nuestra verdadera cultura para que la visión de nuestro país cambie radicalmente.

Por eso hoy en día los jóvenes haitianos debemos inspirarnos en nuestra revolución, que fue una lucha social por la liberación de la esclavitud, con el fin de recabar la confianza necesaria para ser nuestros propios libertadores de la pobreza, la miseria, la marginalización y del paradigma que nos ha hecho vivir de la caridad de otros durante tantos años.

La situación de crisis generada por el terremoto nos plantea el desafío de iniciar un proceso alternativo destinado a definir un nuevo proyecto de nación, que contemple estrategias serias para superar la exclusión, la dependencia política y económica. Para que esta nueva orientación sea posible y nos conduzca a una nueva era de prosperidad, es necesario el divorcio con los paradigmas que se han seguido hasta ahora y desarrollar un proceso inclusivo de movilización de los actores sociales. Para lograr eso es necesario hacer las siguientes rupturas:

1. Ruptura con la exclusión. Romper con esta dinámica es una condición esencial para una verdadera integración, basada en la justicia social y destinada al fortalecimiento de la cohesión nacional. Esto implica la participación y la movilización de las fuerzas sociales tradicionalmente excluidas como las mujeres, campesinos, jóvenes, artesanos, etc. Significa también, la inversión de las estructuras oficiales actuales de opresión y la invención de un nuevo Estado, cuya práctica esté orientada hacia la transparencia, institucionalidad, justicia social, respeto a la diversidad y a los derechos humanos.

2. Ruptura con la dependencia económica. Construir un modelo económico que impulse la producción nacional, con énfasis en la agropecuaria y la agroindustria dirigida primero hacia la satisfacción de nuestras necesidades alimentarias (cereales, tubérculos, leche, frutas y pescado, carnes, etc.). Este nuevo modelo no debe estar dominado por la lógica de acumulación excesiva de riquezas ni por la especulación, sino orientada hacia el bienestar del pueblo, la valorización de la cultura nacional y la recuperación de nuestros recursos forestales. Debe también reducir la dependencia de los combustibles fósiles promoviendo la evolución hacia el uso de las inmensas reservas de energías renovables disponibles en nuestro país.

3. Ruptura con la centralización excesiva del poder y de los servicios públicos. Desarrollar un modelo de gobernabilidad basado en la descentralización de las decisiones, de los servicios y de los recursos, y en el fortalecimiento de las capacidades de los gobiernos locales y la creación de mecanismos que garanticen la participación directa de los actores de la sociedad civil haitiana.

4. Ruptura con las relaciones actuales de propiedad de la tierra. Implementar un proceso de reorganización del espacio físico en los campos y en las ciudades, que permita desarrollar espacios públicos y bienes sociales, tales como escuelas públicas, parques públicos, viviendas, etc. Esto implica la realización de una reforma agraria integral y de una reforma urbana que permita dar soluciones a las cientos de miles de personas que no tienen vivienda. Para cumplir con estos desafíos es necesaria la redefinición del papel del Estado y su funcionamiento.

Para construir un nuevo modelo de desarrollo se requiere una extensa, constante y amplia movilización de la población que tiene interés en la descentralización y en un mayor acceso a los bienes públicos (salud, educación, agua potable, saneamiento, comunicación, energía eléctrica y vivienda). Los sectores explotados y excluidos deben ser los principales protagonistas de este proceso.

Este proyecto nacional que soñamos para el desarrollo integral de Haití debe permitir un nuevo sistema de educación publica que facilita el acceso a una educación de calidad a todos los niños y niñas sin discriminación, la valoración del idioma Créol hablado por toda la población, una fuerte sensibilización para la protección del medio ambiente y la prevención de los riesgos frente a los fenómenos naturales.

Es necesaria la reorganización del sistema de salud con hospitales en los diferentes departamentos, la valoración de la medicina tradicional y una atención particular a la salud de las mujeres. Es necesario un sistema de justicia que facilite el acceso a la justicia a todos y todas y que luche dura y eficazmente contra la corrupción. En lo que tiene que ver con la gobernabilidad, queremos un estado que tenga el control de la gestión del país, que asuma el liderazgo y la coordinación de la ayuda internacional.

En lo referente a las relaciones internacionales, el país debe desarrollar nuevas relaciones con los países amigos, reforzando su capacidad de defender sus intereses y la amistad entre estados y pueblos. Reclamamos la anulación de todas las deudas de Haití. Que la tragedia del terremoto no se convierta en una oportunidad para endeudar más al país.

Los haitianos nos hemos dado cuenta de que vivir de las ayudas no es una buena opción, pues es equivalente a vivir sin dignidad y sin personalidad. Por eso queremos trabajar para tomar las riendas de nuestro futuro y de nuestro destino. Para alcanzar este objetivo debemos diseñar una estrategia que nos permita ser libres y autosuficientes. Tenemos que tener presente que la libertad sin igualdad no tiene sentido y que la democracia sin bienestar para la gente no es más que una palabra vacía y un engaño para hacer creer a la gente que forma parte de un proyecto cuando realmente no se cuenta con ellos.



Rubrique: Education
Auteur: Michelet Montina | mmontina@global-trade-marketing.com
Date: 30 Juin 2010
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