Por qué no podemos equivocarnos en la reconstrucción de Haití y cuáles son los objetivos principales enmarcados dentro de la reconstrucción del país.de Michelet Montina| JobPaw.com

Por qué no podemos equivocarnos en la reconstrucción de Haití y cuáles son los objetivos principales enmarcados dentro de la reconstrucción del país.


CONFERENCIA INTERNACIONAL PARA LA RECONSTRUCCIÓN DE HAITÍ
HAITÍ AHORA, HAITÍ PRIMERO , ¿QUÉ NECESITA HAITÍ PARA SU RECONSTRUCCIÓN?

http://www.spanishaitiancham.org/es/que_necesita_haiti_para_su_reconstruccion.html
Haití, país que ha sido considerado como la perla de las antillas, es capaz de destacar tanto por su grandeza como por sus miserias y problemas. Nuestros antepasados nos legaron un país donde se podía vivir bien, gracias a su coraje, a su valentía y a su tesón, y hoy tendríamos que sentirnos orgullosos de ésto y honrar su memoria siendo capaces de construir un nuevo Haití.

Para transformar Haití y convertirlo en un país competitivo es indispensable la participación de la sociedad civil haitiana en todos los aspectos del plan de reconstrucción. Ningún plan de reconstrucción será viable si es construido sobre las mismas bases de exclusión, discriminación e injusticia que reinan en la actualidad en Haití. Por lo tanto, para que el plan de reconstrucción suponga un cambio verdadero en la vida de los haitianos debe ser construido sobre la base de nuevos valores y administrado por todos los haitianos.

También es indispensable mejorar la labor del Gobierno haitiano, a fin de que responda de forma más eficaz a las demandas y a las necesidades de los haitianos y haitianas. Soy plenamente consciente, y debemos serlo todos, de que los haitianos demandan cada vez con mayor fuerza un gobierno que asegure el uso correcto y transparente de cada euro o dólar que recibe. Un gobierno que diseñe y ponga en práctica políticas publicas que se traduzcan en beneficios tangibles para toda la sociedad.

En definitiva, lo que necesita el pueblo haitiano es un Gobierno sensible a sus necesidades, que sea capaz de dar respuestas adecuadas a cada uno de los problemas sociales de educación y sanidad, que sea capaz de orientar al pequeño empresario que quiere abrir su negocio o fortalecerlo, al productor agrícola que no sabe como acceder a un crédito o a una ayuda gubernamental, y al agricultor que se le ha pasado el tiempo de siembra o al que ha perdido su cosecha.

Debemos construir un gobierno con instituciones y entidades que sean vistas por los haitianos como aliados efectivos en la solución de sus problemas, y no como oficinas burocráticas o meros adornos

El señor Carlos Castillo Pereza decía: que un buen gobierno es aquel que le hace perder el menor tiempo a los ciudadanos, es aquel que les permite disponer de más tiempo para sí, para sus actividades productivas, educativas y familiares.

Para entender la miseria del pueblo haitiano hay que remontarse a su pasado colonial. Después de su independencia, en 1804, Haití se enfrentó a un periodo difícil tanto políticamente como psicológicamente, ya que ningún otro país en la historia ha tenido que pagar una deuda tan inmensa por su independencia. Un país que debía ser construido vio comprometido su futuro económico por la deuda injusta con Francia que ascendía inicialmente a 150 millones de francos, rebajada posteriormente a 90 millones de francos y que equivaldría hoy en día a más de 21.000 millones de euros.

Pero más allá de esto, el drama de Haití es haberse visto sometido a una pobreza planificada e impuesto por la destrucción de nuestro cerdo negro, por la destrucción sistemática de nuestras estructuras productivas, por la proyección de una imagen negativa de Haití a nivel internacional y por los programas de ajuste estructural del Fundo Monetario Internacional. Pobreza impuesta con la complicidad de Estados Unidos que nos ha sometido a 70 años de embargo en solidaridad con Francia, y que si tuviesen una verdadera moralidad no deberían tolerar que a menos de 1000 kilómetros de sus costas existiese este nivel de miseria.

Los numerosos daños, las numerosas víctimas y el gran sufrimiento del pueblo haitiano producido por el terremoto del 12 de enero, son consecuencia en gran medida de la falta de infraestructuras, de viviendas mal construidas o mal diseñadas, del paro que se sitúa en el 60 por ciento, de salarios miserables (menos de dos euros al día), mientras que por otro lado el Gobierno haitiano paga cada semana más de un millón de dólares americanos a las instituciones internacionales como deuda externa.

El desarrollo económico de Haití no puede ser un producto importado. Ningún país jamás ha desarrollado otro país. Los haitianos y haitianas saben mejor que nadie cuales son los productos que pueden producir.

La ayuda internacional es indispensable pero no es suficiente. Haití lleva más de 50 años viviendo de la asistencia, recibiendo ayuda de emergencia y donaciones de productos alimentarios. Pero de esta manera no se soluciona el problema. Las intervenciones que actúan únicamente a nivel coyuntural no tienen capacidad de tener un impacto a nivel estructural. Como consecuencia de esta asistencia continuada hemos llegado a un punto donde nada positivo es posible sin la asistencia de la comunidad internacional.

El deterioro de las condiciones de vida del pueblo haitiano no sólo se debe a los largos periodos de explotación y dominación a los que ha sido sometido, sino que las prácticas humanitarias de la comunidad internacional también han contribuido al arraigar el sentimiento de dependencia y fomentar así un mentalidad de asistidos.

Hay una gran inquietud por la eficacia de las ayudas ofrecidas tras el seísmo del 12 de enero. Sin una visión a largo plazo que permita que las acciones llevadas a cabo tras la situación inicial de emergencia repercutan en el futuro, las ayudas no servirán de nada. Ayuda de emergencia y reconstrucción no son incompatibles, una y otra son procesos complementarios y se deben integrar en el mismo proyecto.

El exceso de interés en la ayuda de emergencia puede hacer que la ayuda que realmente se necesita para la reconstrucción no sea suficiente. Todo es un montaje político, incluyendo la ayuda internacional. Las promesas de ayuda son grandes titulares de noticias que quedan muy bien ante la opinión pública, pero que en muchas ocasiones se quedan en sólo promesas. De los 761 millones de dólares prometidos a Haití en el año 2008, solamente se han dado 21 millones, lo que supone tan sólo un 3% de lo prometido. Hay que señalar también que de los 402 millones de dólares prometidos en Abril de 2009, el 85% todavía no ha sido entregado, y lo que es más grave es que gran parte de la ayuda está destinada exclusivamente a financiar los organismos de naciones unidas, pero no llega realmente al pueblo.

La reconstrucción debería financiarse mediante donaciones para impedir que el ratio deuda/PIB no pase del 24 por ciento dentro de los tres primeros años, como es el caso de otros países que han sido víctimas de desastres naturales. Este ratio deuda/PIB podría aumentar hasta el 43 por ciento si la ayuda de la comunidad internacional no llega.

La diáspora, haitianos y haitianas que viven fuera del país, es la única ayuda real de que dispone Haití en la actualidad. El plan de reconstrucción debe asegurar la integración plena en el plan y la colaboración de la diáspora. Sería necesario crear un banco de desarrollo a partir de las remesas y de las cuenta de ahorros de la diáspora en Haití para financiar las inversiones en educación, sanidad, agricultura y en el sector energético. Se estima que si tan sólo un tercio de la diáspora, unos 200.000 haitianos, compraran anualmente bonos de reconstrucción por un valor de 1000 dólares americanos cada uno, se obtendría un total de 1000 millones de dólares americanos en cinco años.

También hay que tener en cuenta que del desarrollo de un país no depende sólo de la disponibilidad de dinero. No se puede conseguir el desarrollo por decreto, sino que se trata de un proceso humano complejo donde todas las dimensiones del hombre deben encontrar su plena expresión.

La reconstrucción de Haití debe contribuir a la construcción de una base social mas armónica y solidaria que apoye a las familias que menos tienen, a fin de que salgan adelante con su propio esfuerzo.

La oportunidad que tenemos ahora para reconstruir el país exige la participación de todos y debe abrir nuevos horizontes para que nuestros hijos hereden un país productivo y no un trampolín hacia el extranjero.

Debemos fomentar la producción nacional. Necesitamos un programa de desarrollo agrícola sostenible que haga productivas las tierras que hoy permanecen abandonadas con el fin de no tener que esperar a la ayuda internacional para llenar de comida nuestros platos.

Debemos trabajar y esforzarnos en crear un país moderno, cuidando el medio ambiente, produciendo alimentos de primera necesidad, y produciendo y exportando bienes y servicios para reequilibrar nuestro balance comercial importación/exportación con el fin de disminuir la gran dependencia que tenemos con el exterior.

Tampoco hay que olvidar que la fuerza de un país es su cultura. La cultura y la educación son la base para la renovación de nuestra identidad y de nuestra dignidad. Nuestro capital humano es el primer recurso en el que hay que invertir, estableciendo programas de educación de calidad para todos y un sistema de sanidad que garantice el bienestar de la población.

El desarrollo de estas actividades es imprescindible para crear no sólo riqueza y bienes, sino que es muy importante para el desarrollo de puestos de trabajo enmarcados en una nueva ética del trabajo en la que se respete los derechos de los trabajadores y se les pague un sueldo digno.



Rubrique: Education
Auteur: Michelet Montina | mmontina@global-trade-marketing.com
Date: 5 Mai 2010
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